Perderse es divertido (Relato inspirado en Dwarf Fortress)

¡Nunca seré yo mismo! A todas estas, “perderse es divertido”.

Ser siempre todavía. LMV

El texto corresponde a un fragmento del capítulo 12 de mi novela inédita Ser siempre todavía. La reproduzco aquí porque versa sobre la experiencia de jugar y las posibilidades filosóficas del videojuego. Está inspirado vagamente en Dwarf Fortress y su lema «perder es divertido». En este capítulo, Gregorio se olvida por completo de su deseo de ser escritor y se obsesiona con un videojuego.

Al levantarse el día siguiente, era como si no recordara todo lo sucedido en los últimos meses. Hubo silencio en su interior. Despeinado, repasó la cola de descargas que tenía tiempo sin ver y halló un juego que le había interesado. Lo instaló y se dispuso a jugar. Jugar para negar el desdén del día, jugar para negar el mañana.

Era un extraño juego underground que tenía un misterioso culto alrededor de él. Se decía que el juego era imposible ganarlo. El lema de su comunidad de ludópatas seguidores era: “perder es divertido”.  Al principio, la pantalla estaba llena de extraños símbolos coloridos. Muchos signos de puntuación de distintos lenguajes como cedillas y raras tildes, asteriscos, barras, números y demás símbolos. No se utilizaba el ratón, sino que se introducían comandos con el teclado. Comenzaba el jugador siendo un punto titilante en medio de la pantalla, rodeado por este extraño universo de signos dispersos. Durante largo rato, Gregorio no sabía qué hacer. Buscó en internet cómo se jugaba, pero las instrucciones eran confusas, si es que es mejor decir que no había instrucciones. Cada foro o cada página se devanaba en complejas reflexiones muy difíciles de comprender. Se dio cuenta de que aún sin hacer nada, el juego sería único y sucederían cosas extrañas, difícilmente comprensible. Aunque no se interactuara de ninguna manera con el juego, ciertos valores a la derecha de la pantalla se actualizaban, era algo parecido al paso de tiempo, como la noche y el día. Para muestra del tipo de “ayuda” que encontraba al respecto, esto halló sobre el movimiento:

Hay tres tipos de movimientos en el juego: los de la voluntad, los del pensamiento y los del cuerpo. En los primeros niveles, ninguno de los tres funciona por separado. Alcanzando niveles superiores al 50 y dependiendo de una multitud de factores, es posible que algunas de “las tres voluntades” (como le dicen algunos) reaccionen de forma independiente. Recordemos que por encima del nivel 50 y hasta el 70 está el 4% de los jugadores, y más allá del 70 el 0.4% según los informes de Bb87. La motricidad cambia también si es la noche o el día (que en el juego corresponden con el verano y el invierno). También influye si estás en el subsuelo o cerca de algún volcán sagrado o cosa por el estilo (véase “Lugares sagrados”). En todo caso, el movimiento no es espacio-temporal, sino de una naturaleza distinta, más bien transformacional. Si hubiese desplazamiento, cosa que podría no suceder, si el mundo que nos ha tocado es vacío (véase “Tipos de mundos” y, especialmente, “Mundos transgresores”), el desplazamiento sería un cambio corporal y una correspondiente redistribución de los elementos en el mundo. En algunos mundos y con los avatares correctos es posible romper esta barrera luego del nivel 50, como ya se dijo, en cuyo caso el desplazamiento pasa a ser de total movilidad espacio-temporal. Algunos vuelan y hacen piruetas hasta morir. Miknitias56 reporta haber sido comido por un sapo gigante luego de haber alcanzado el nivel más alto de pericias voladoras jamás visto. Según mi opinión, el sapo no era gigante, él era minúsculo, se había transformado en mosca.

Gregorio revisaba su tabla de comandos y comenzó a combinar la voluntad con el cuerpo y el pensamiento. La mayor parte del tiempo no pasaba nada. La pantalla seguía mostrando sus periódicos cambios.  Pero a veces sucedía una extraña alteración.

Podías acercar o alejar la vista. Así como mover la vista a cualquier lado. El mundo parecía infinito, pero, ¿cómo saberlo? Nadie tenía la respuesta porque hasta ahora nadie había llegado a un punto en que se detuviera la visión. Quienes cavaban aseguraban que habían cavado miles de niveles hacia abajo, pero tarde o temprano morían antes de hallar el fin. La primera muerte de Gregorio fue muy especial y le causó mucha impresión. Al ir retrocediendo y apartándose de su centro, el punto en el que debía comenzar, explorando las inmediaciones y luego las inmensidades incomprensibles a su alrededor, sucedió que vio lo más lejos que pudo, un extraño movimiento, como una ola que se acercaba en vaivén. Al comienzo pensó que era algo así como una energía cósmica, porque estaba a muchísima distancia de centro del juego. Pero la energía parecía entonces avanzar sin tregua cercando el universo entero. A su paso todos los símbolos desaparecían y eran sustituidos por una especie de cielo estrellado. Iba haciendo “zoom in” en la medida en que se cerraba el mundo sobre él y así fue durante casi seis horas, al cabo llegó hasta los alrededores cercanos y todo desapareció quedando de fondo un infinito cielo estrellado: game over.

Continuaron los días y Gregorio fue como despertando en este nuevo mundo. Aprendió a armonizar las tres voluntades y entendió las consecuencias de no hacerlo. También aprendió a alimentarse nutriéndose, porque algunas cosas no eran buenas, bien porque causaban la muerte o porque descomponían el equilibro de las voluntades. Esa era la primera etapa del juego. Para alcanzar la segunda etapa tenía que superar el nivel 10. En ese nivel aparecía un “sí mismo como otro”: otro yo aparecía en el mundo y la interacción con el jugador era de lo más extraña. Este era sin duda un cruce de caminos. Dependiendo de cómo se trataba esta nueva existencia, los niveles del 11 al 49 serían de una forma u otra. A veces ambos elementos quedaban perfectamente armonizados y giraban alrededor del otro como estrellas gemelas. Así ascendía al siguiente nivel como en un orden universal y se creaba completa una galaxia de voluntades emparentadas. Pero esto sólo le había pasado una vez. El resultado más típico era llegar al Caos y sálvese quien pueda. Algunos afirmaban en los foros del juego que habían alcanzado una “trinidad” previo al nivel 11 dando lugar a un mundo completamente distinto, un juego diferente. Los que había superado el nivel 50 aseguraban que era el mismo resultado. Es decir que desde el nivel 10 se podía alcanzar el 50 si se lograba la trinidad. Gregorio lo logró sólo una vez, pero perdió al instante de una forma divertida. Los jugadores más experimentados decían que el juego realmente comenzaba en el nivel 70, que allí se veía con total claridad.  Sin embargo, las tres voluntades seguían vinculadas y cualquier intento de mover el pensamiento o el cuerpo o la voluntad por separado era la muerte segura, pero también había una oportunidad de trascender y si moría en el intento, sería una muerte divertida, ya lo sabía. Pero las mayores dificultades llegan luego del nivel 10, cuando parecía que ya estaba entendiendo de qué iba el asunto, era como si se despertara al mundo de las infinitas voluntades. Había muchas cosas que se podían hacer ahora. Muchas de las otras voluntades eran dominantes y nada más de alcanzar el nivel 10 te absorbían, lo cual era como una especie de secuestro y esclavitud. Las primeras veces no lo entendió así, no entendía nada, sólo que todo había cambiado. Pero no había cambiado ni una sólo regla, la diferencia era que ahora actuaban varios.

Durante semanas, jugó día y noche. Al cerrar los ojos veía titilando su yo pixelado y su voluntad humana sólo apuntaba allá donde las tres voluntades virtuales lo llevaban. Viendo los streamers, se dio cuenta de que había una “interpretación canónica” del juego, según la cual había un aventurero, héroe inicial, creador de las razas: enanos, humanos y elfos. Todo el juego consistía en esta pugna y en mantener el equilibrio cósmico. Pero también había otras interpretaciones. La que más le gustó a él era la que decía que se trataba de la conciencia y sus distintas etapas. Pero, ¿cómo era posible esta variedad de interpretaciones? Gregorio comenzó a escudriñar y dio con que el juego no era sobre nada de esto, eran simplemente funciones matemáticas escritas en un programa que había sido el ejercicio rechazado de un joven de 18 años de la facultad de ingeniería de la universidad. Había estado haciendo pruebas de ciertas funciones recursivas y le aplicó interactividad y una interfaz. En realidad, sí, el algoritmo consistía en el sostenimiento de cierto equilibrio, pero este se iba determinando en la medida en que pasaba el tiempo y había interacción. Era como un modelo de vida, pero muy abstracto. Aun así, los ludópatas creían que versaba sobre elfos, enanos y humanos, y la verdad es que les quedaba bien. Nadie, sin embargo, conocía los algoritmos. Nunca nadie había visto el programa que era un secreto celosamente guardado por su joven creador. Y la literatura sobre el tema era… ¡vaya! Había una wiki completa de artículos esotéricos que trabajaban en torno a la supuesta programación del juego.

Por unos días, Gregorio se olvidó de jugar y comenzó a estudiar el juego. Se decía que estaba escrito en lenguaje C. Pensó que quizá hubiera sido mejor comenzar con un juego escrito en lenguaje A o B, y luego ir incrementando la dificultad de manera progresiva. Así pasó que Gregorio quiso, luego de semanas de jugar, aprender lenguaje C para entender cómo se había desarrollado el misterioso juego y quizá él hacer el suyo propio. Descargó los libros, visitó las páginas, vio los videos, escribió en los foros, en fin, se involucró en ello. Su espíritu parecía ir despertando. Parecía que se aceleraba su mente mientras descubría un mundo enteramente nuevo de fórmulas, métodos, reglas, variables y constantes. Parecía bien encaminado. Había estado practicando con un pequeño programita con el que se interactuaba de manera primitiva. Se había convertido en una criatura de la noche. Al cerrar los ojos, cuando estaba todo oscuro, podía ver los símbolos del juego como si estuviesen grabados con luz por detrás de sus párpados. Y era un regodeo maravilloso para él esa visión que se mantenía incluso con los ojos abiertos contra el cielo resplandeciente. Eso lo constató una vez que vio el cielo azul en todos esos días, porque el resto era comer en su habitación y jugar hasta el amanecer. Incluso una vez jugó tres días consecutivos sin dormir. En su cabeza ahora veía fórmulas, soluciones, variables, estructuras de control, todo tipo de abstracciones simbólicas inspiradas en el juego y la programación. “He aquí el arte puro” se decía “la forma de toda la existencia, de la vida y el universo todo”. Esas eran las revelaciones que se daba a sí mismo con varias horas de trasnocho y obsesiones pixeladas. Al cabo de un mes de estar jugando y programando /* o quizá jugando a programar */  pensó animado que tal vez debería estudiar ingeniería en computación para dedicarse a hacer videojuegos y olvidarse de ser escritor.

L.M.V.

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