Tracio nació con un espíritu en su corazón. De niño, para calmar al espíritu, diseccionaba flores y contaba las nubes. Cuando la adolescencia tocó su pecho, escuchó la voz del espíritu que silbando le dijo:
‒Es un largo camino, Tracio, debes comenzar una obra.
Así fue que un día comenzó a crear una obra. Se inspiró en una nube que como un inmenso espectro lo cobijó con su sombra. Pero el padre le dijo:
‒¡Tracio, qué haces! Debes estudiar y prepararte, no puedes perder más tiempo en ello. No es aún el momento.
Como Tracio amaba a su padre, pospuso el llamado del espíritu y estudio como es debido.
Cuando estaba ya educado, escuchó la voz del espíritu diciendo:
‒Es un largo camino, Tracio, debes continuar tu obra.
Entonces buscó la obra que había comenzado, pero su madre le dijo:
‒Lo siento, hijo, pero, no sabiendo que era importante, la eché al basurero.
‒No hay problema, madre. Comenzaré una nueva.
Así fue como Tracio comenzó una nueva obra: se acopió de su infancia y tomó en su aliento la vida entera que tenía por delante. Pero un sabio le dijo:
‒¡Qué haces, joven! ¿Acaso no sabes que debes vivir primero? Hay un camino por delante, no puedes detenerte o luego te arrepentirás. Cultiva una vida digna y la obra tendrá vida.
Así fue como Tracio, temiendo perder el camino, siguió adelante y se ganó la vida entre la gente, a quienes llamó amigas y amigos. Entonces escuchó la voz del espíritu que le dijo:
‒Es un largo camino, Tracio, debes continuar tu obra.
Decidió entonces buscar la obra que había realizado, pero sus colegas le dijeron:
‒Lo sentimos, amigo, pero tuvimos que venderla según su peso, para pagar unas cuentas.
‒No hay problema, amigos, comenzaré una nueva.
Así fue como el hombre comenzó a trazar el boceto de su nueva obra, comprimiendo en su puño el amor de la amistad y las esperanzas de su generación. Pero un día, una mujer viéndolo solo le dijo:
‒Eres noble y bello, Tracio, no debes estar solo, porque en ti la naturaleza ha dispuesto el bien para una amada y sin una amada, tu obra estará incompleta.
Entonces el hombre conoció el agridulce abrigo del amor y, habiéndose casado, escuchó la voz del espíritu diciendo:
‒Es un largo camino, Tracio, debes continuar la obra.
Entonces buscó su boceto, pero no lo encontró. Su esposa le dijo:
‒Amado mío, perdóname, pero viendo que eran cosas de soltero, lo he tirado.
‒Tranquila, amada mía, comenzaré una obra nueva.
Así fue como el amante comenzó la creación de una nueva obra. Dejó que el sacrificio del amor y su debilidad tierna y complaciente lo guiaran. Pero un día, una pareja de amigos les dijo:
‒Tracio, ¡qué hermosos son tú y tu amada! ¡Qué prósperos y dignos! Es el momento justo para que hagas crecer tu jardín, pues este momento no es tuyo, sino del mundo; esperar es perderlo y despreciarlo.
Entonces el hombre se hizo padre y trabajó duro por sus hijos, esforzado y firme como no lo había sido nunca, pero siempre dispuesto y paciente. Escuchó un día la voz del espíritu diciendo:
‒Es un largo camino, Tracio, debes continuar la obra.
Entonces buscó su obra anterior, pero no la encontró. Su hijo le dijo:
‒Querido padre mío, de niño la he estropeado, te ruego me perdones.
‒Tranquilo, hijo mío, comenzaré una obra nueva.
Así fue como el padre comenzó una nueva obra. Quería dejar un legado de serena sabiduría a sus hijos, que eran todas las niñas y niños del mundo. Pero un día sus hijos le llevaron a su casa sus nietos y le dijeron:
‒Padre, te ruego, tengo muy poco tiempo y muchas obligaciones, ¿podrías cuidar de tus nietos y llevarlos y traerlos y atenderlos y ayudarme con cuanto sea necesario?
Entonces Tracio se dedicó con alegría y compromiso a sus nietos, sus hijos y su esposa.
Aconteció entonces que era el cumpleaños setenta y siete del abuelo Tracio y quiso que todos sus hijos y nietos con él se reunieran y así todos lo hicieron porque era querido y por todos respetado. Hallándose todos con él les dijo:
‒Mis amados, no hay mayor felicidad para mí que verlos a todos reunidos en armonía, dicha y prosperidad. Pero deben saber que hay alguien que siempre conmigo ha estado y me he esforzado en ignorar y nunca le he podido amansar, aunque él a mí me ha sosegado. Desde niño viene conmigo un espíritu. Él me enseñó la belleza en la profundidad del cielo y la contemplación, el respeto a los padres, los sueños y la espontaneidad, el valor de la independencia, la amistad y esperanzas de las generaciones, el sacrificio del amor y su poder en la debilidad, la virtud del esfuerzo y el merecimiento, la prosperidad y la familia. Es una voz dentro de mí que me ha alentado, pero yo temo haberla abandonado, porque ya ha pasado mucho tiempo y no la escucho. Ella sólo reclama una cosa: que realice una obra, pues es largo el camino. Permítanme unos días para mí mismo, les ruego me dejen apartarme para cumplir con su llamado. Esta vez no dejaré que me vuelva a convocar, yo iré en pos de ella y a ella le entregaré el resto de mis días.
‒¡Este será nuestro regalo padre, que lo tienes bien merecido!
Esa noche el sabio anciano se acostó y no despertó más. En su lápida se lee:
“Tracio, ha sido un largo camino. Al fin culminas tu obra”.